’Hace unos meses, en una tibia y soleada mañana de invierno, fuí a visitar por un negocio al vecino de una finca cercana.
Camino a la casa (que estaba a 200 mts. de la tranquera), pasé por uno de los infaltables chiqueros que son origen de los indescriptibles jamones caseros y me llamó poderosamente la atención una chancha amamantando a unos cuantos lechoncitos
Una vez que le vendí los fardos de alfalfa y para salir de la curiosidad, le pregunté a Iván de que raza eran.
-Esperá que lo llamo a mi viejo, que a él le gusta contar la historia….
Por la puerta de la cocina emergió don Juan un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas, y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde reinaba una enorme damajuana de vino.
¿Ud. sabe como se cazan los chanchos salvajes? me espetó sin más trámite mientras me servía un vaso de ese buen vino.
– Bueno, creo que con perros que ‘los paran’ y allí se los mata con escopetas con municion especial …., le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo.
– En este caso, no fue así. Y cuando le diga como lo hago, Ud. va a poder sacar algunas conclusiones acerca de porqué a los argentinos nos va como nos va.
En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve, es ‘campo’.
Dentro de ese cuadro, hay que buscar un claro sin maleza y tirar un poco de maíz en el piso. Cuando los chanchos lo descubren van a comer todos los días, y Ud. diariamente les repone la ración.
Una vez que los tiene acostumbrados, Ud. construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento. Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver.
Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior, y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer.
Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón. Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos, y entran y salen casi con naturalidad.
Entonces Ud. va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz.
Hasta el día que va al corral, encuentra la piara comiendo, y le cierra la puerta.
Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento gratis que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud.
Tal parece que nosotros tampoco nos damos cuenta que estos gobiernos populistas y demagógicos proceden de la misma manera que yo con los chanchos.
Nos tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, sueldos para ñoquis, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales, todo a costa del sacrificio de nuestras libertades, las cuales nos van confiscando poco a poco, pero sin pausa….. y nosotros los argentinos no nos damos cuenta de que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no vemos que toda esa maravillosa ‘ayuda’ que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que nosotros, el pueblo permitimos que se arroguen, para depredarnos la libertad y nuestros bienes obtenidos con mucho sacrificio y trabajo? ¿Pero como podemos vivir en un paraìso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno?..Como podemos cimentar la conciencia cìvica de nuestro pueblo si los polìticosque forman sus cuadros dirigentes se venden para pasar de la oposición al oficialismo?… ¿Como podemos convivir con partidos polìticos que se llaman intransigentes y transigen por plata con el gobierno? ¿Como podemos ceer que un peronismo autèntico es de izquierda?..Los peronistas de izquierda (Montoneros) odian a los militares… pero siempre intentaron de emularlos, adoptando el militarismo, sus uniformes y codigos, etc.
El ‘Jefe’ y creador del partido que era?, almacenero??.
¡Sigamos así – nomás -, y que Dios nos ayude cuando nos cierren el portón…!!!
Se mandó lo que quedaba del cuarto vasito de un solo trago, y desapareció renqueando precipitado por la puerta de la cocina.
Y yo, mareado por el vinito y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví rumiando mi bronca por el polvoriento camino de regreso a casa….’
¡ Que lo parió !
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